domingo, 15 de enero de 2012

Transexualidad hoy

Hay seis posibilidades por lo menos entre las que estamos decidiendo las personas trans, en cuanto a nuestras demandas médicas (hay más combinaciones posibles) :

=No hormonarse ni operarse
=Operarse de plástica (caracteres secundarios) y no hormonarse ni operarse de genitales =Hormonarse selectivamente y no operarse
=Hormonarse en general y no operarse
=Hormonarse y operarse de genitales
=No hormonarse y operarse de genitales
=Y otras...

Estas seis posibilidades (por lo menos) exceden con mucho las primeras "clasificaciones" (siglo XX) entre personas "transvestistas" (TV), "transgenéricas" (TG) y "transexuales" (TS). Por tanto, estas clasificaciones se han quedado ya obsoletas.

Hablo de "trans" por abreviar y decir algo en lo que todos, todas y todes nos reconozcamos; es una expresión por otra parte generalizada y popularizada. También podríamos decir "transexual", si nos ponemos de acuerdo en que signifique lo mismo que trans. Por otra parte, trans me gusta. Puede indicar transición, y esta palabra representa casi lo mismo que no-binario...

Frente a esta floración natural de la diversidad transexual, las unidades deben replantearse sus protocolos.

Hasta ahora, están concebidos como una línea de metro con tres estaciones, fijas: psicología, endocrinología y cirugía. ¡Pero la realidad trans muchas veces excluye la cirugía de genitales! Y sin embargo, las necesidades de atención médica siguen siendo muy fuertes en el proceso de afirmación de la propia identidad. Por ejemplo, la hormonación debe ser controlada por especialistas, con facilidad, pues en caso contrario, cada freno que se pone es un empujón hacia la autohormonación por parte de personas muy angustiadas.

¿Se plantean las Unidades las necesidades de cirugía alternativa, por ejemplo la renuncia a la faloplastia por parte de los trans masculinos, pero la demanda de supresión de órganos internos? ¿O la demanda de cirugía de aumento mamario y solo de ella por parte de trans femeninas?

Es cierto que la actual estructura de línea de tres estaciones de metro condiciona a las personas trans que entran a la primera, con ideas de sí mismas todavía insuficientemente claras, a creer que ése es el itinerario que deben realizar para que se les tome en serio y seguir dentro de la unidad; sin embargo, si las unidades trabajaran sobre el modelo de un paseo en superficie por las avenidas de un parque, en las que cada glorieta abre distintas opciones de hormonación o cirugía, todas atendidas por la unidad, las elecciones fueran muy sorprendentes y variadas. En este sentido se está moviendo la Unidad de Barcelona, con acciones que favorecen la libre determinación de las personas trans que acuden a ella.

En el plano siguiente, vemos que se acerca el momento en que las unidades cambien su protocolo de manera radical, sustituyendo el régimen de autorización actualmente vigente, en el que los psicólogos asumen la tutela incluso de personas mayores de edad, más conocedoras que ellos mismos de las razones por las que son trans, por un régimen de autonomía informada (no como los trámites actuales de los hospitales), en el que después de un tiempo prudencial de información y discusión con ayuda del psicólogo, el usuario sabe que decidirá por sí mismo.

Trinidad Bergero, psicóloga de la Unidad de Género de Andalucía, pionera en España (y creada por la iniciativa de nuestra Asociación de Identidad de Género), ha publicado recientemente un artículo en el que asume los conceptos de despatologización de la transexualidad y lógica difusa, que pueden empujar a su unidad y a otras en esta dirección (despatologización no significa desmedicalización, como la cirugía estética, que modifica la forma de órganos sanos a veces puede hacerse por razones apremiantes)

domingo, 8 de enero de 2012

Identificación temprana, desidentificación tardía, identidad trabajada

Por Kim Pérez

Publicado en

CarlaAntonelli.com el 19 de diciembre de 2011

En 2011, la evidencia práctica, la observación una y otra vez realizada por la amistad y la convivencia con mis compañeras transexuales (femeninas, sobre todo; de mis compañeros me atrevo a hablar menos; que ellos digan si algo de esto se parece a lo que sienten) me permite completar un antiguo ensayo que publiqué en la red hace un montón de años con el título de “Identificación, Desidentificación, Identidad”; le añado los adjetivos que hoy pongo en el título.

Me parece que todo ello compone explicaciones útiles y prácticas para que las personas transexuales podamos entendernos mejor y para que nos entiendan los profesionales a quienes podemos pedir consejo.

En el ensayo anterior, hablaba de unos procesos transexuales que, en unas personas me parecían de identificación con el génerosexo cruzado y en otras de desidentificación con el génerosexo asignado, y de las diferentes maneras que solían tener unas y otras de desenvolverse; en las primeras, no-compulsivamente, es decir, tranquilamente, racionalmente, en las segundas, compulsivamente, es decir, con emociones, culpas y arrebatos.

Pero no sabía entender por qué en algunas personas se daba una identificación y en otras más bien una desidentificación. Con todo ello, se podían hacer predicciones de lo que probablemente ocurrirá, lo que es el mayor propósito y la mejor comprobación de la actividad científica.

Hoy puedo precisar todos estos conceptos con mayor exactitud, lo que me parece que permite interpretar las actitudes pasadas y predecir las futuras más detalladamente. Este ensayo se puede entender por tanto como una actualización del anterior.

IDENTIDAD BÁSICA

Sobre una realidad biológica/biográfica, la identidad de sexogénero es una interpretación conceptual: lo que pienso de mí. No es que seamos transexuales porque tenemos una identidad cruzada (en relación con el sexo de asignación); es que nuestra realidad biológica/biográfica cruzada es entendida por nuestra mente en sentido transexual.

Para comprender este hecho, es preciso partir de la naturaleza difusa de la realidad biológica/biográfica. No es nunca binaria, no se puede aplicar las fórmulas binarias (o de conjuntos cerrados, caracterizados por un sí/no) a la realidad sexogenérica, que forma conjuntos abiertos o difusos, caracterizados por un “más/menos” (“fuzzy sets”, Lofti A. Zadeh, 1963)

Esta realidad no-binaria, difusa, parte de la unisexualidad inicial (un hipotálamo, dos mamas germinales, un tubérculo genital, para todos los seres humanos) que desarrollan diferenciadamente sus formas, en más o menos, durante la edad prenatal y la adolescencia. A los procesos biológicos se suman los biográficos, dependientes de experiencias personales, estructuras sociales, diferencias culturales, todo lo cual es no-binario.

La realidad sexogenérica humana es por tanto siempre difusa, puesto que se define por un más o menos en su acercamiento/alejamiento de dos grandes atractores estadísticos de la realidad sexual humana (“atractor” es un concepto de la Matemática de Conjuntos Difusos), el Femenino y el Masculino, que sitúa a cada persona en posiciones “más” cercanas a cada uno de ellos o “más” alejadas e incluso en posiciones alejadas de uno y otro que se pueden llamar Intersexuales, que pueden constituirse a la vez en otros atractores; es decir, en términos de más o menos.

Esto se debe a que la sexualidad, a su vez, se forma mediante una compleja serie de planos (genético, cromosómico, hormonal, gonadal, de los conductos internos, de los conjuntos externos, hipotalámico, de los caracteres secundarios, psicológico, social – Gilbert-Dreyfus) que en la mayoría de las personas son más o menos coherentes, pero en una importante minoría aparecen más o menos singulares en uno o varios de esos planos. Si todas las personas somos más o menos intersexuales, hay personas muy intersexuales.

Como consecuencia de todo ello, ante la conciencia 1) de la existencia de los atractores estadísticos y 2), de una cultura de sexogénero muy binarista, como la nuestra, al llegar aproximadamente a los tres años, nos entendemos dentro de uno u otro de los dos sexogéneros reconocidos, formándose así nuestra identidad, que suele ser femenina o masculina, sin lugar para otras identidades intermedias, puesto que no hay modelos de ellas en nuestra cultura como los hay en otras: en las indias de América, por ejemplo, desde siempre.

IDENTIFICACIÓN TEMPRANA

Por tanto, una persona objetivamente muy (tiene sentido decir “muy” en un contexto de “más o menos”) intersexual (en términos biológico/biográficos) puede identificarse en su primera edad o 1) en términos cruzados o 2) lineales con respecto a la apariencia de su cuerpo.

La primera edad es muy decisiva por cuanto la identidad que formemos en ella acompaña a la construcción de una gran parte de nuestra personalidad. Por eso, algunos autores creen incluso que es irreversible, y yo me inclino a secundar esta opinión con importantes matizaciones.

Una persona objetivamente muy intersexual (lo que es, por definición, el caso de partida de todas las personas transexuales, por un plano u otro), puede entenderse a sí misma en términos lineales o cruzados, como mujer o varón; es decir en términos que correspondan o se opongan más o menos a su aspecto predominante.

La razón de este entendimiento podría ser biológica, pero es probablemente biográfica. Puede haber una base, que es aprovechada o no. En ella hay una “tierra fértil” (Harry Benjamin), una condición biológica que le predispone a una identidad cruzada o intermedia, pero las razones biográficas pueden hacer que esta predisposición tome cuerpo o no.

Si la persona objetivamente intersexual se entiende tempranamente con una identidad cruzada, ésta modelará toda su vida. En algunas personas, esta identidad sigue y se desarrolla continuamente, afrontando y venciendo todos los problemas externos. Hacen falta circunstancias muy favorables para que esta continuidad sea posible.

En estos casos, se observa en estas personas una intensa feminidad o masculinidad, dado que su identidad impregna toda su vida, compatible con una posible decisión de no operarse de genitales, dado que su identidad, por su formación en tan temprana edad, no está unida a los genitales.

Más probablemente, a la fase de afirmación en la niñez, seguirá (predicción) una fase larga de negación desde la preadolescencia, al tomar consciencia de las dificultades que puede encontrar, fase que se agotará más o menos pronto y dará lugar a una reafirmación (predicción)

Todo esto ocurrirá probablemente de modo no-compulsivo sino reflexivo (predicción) Si la persona objetivamente intersexual se entiende a sí misma con una identidad lineal con relación a la apariencia de su cuerpo, la evidencia de su inexactitud le llevará gradualmente a una desidentificación, probablemente en las turbulencias de la pubertad (predicción) No habrá fase larga de negación (que dure decenios), sino oscilaciones cortas (semanas o meses), que se desarrollarán compulsivamente, puesto que se trata de contradecir una identidad temprana sólida (predicción)

Tanto las personas identificadas tempranamente, como las desidentificadas tardíamente, caminan por tanto hacia una identidad restaurada o conseguida, que en todos los casos es trabajada, el efecto de una reflexión sobre sí.

En estos momentos, están por observar las consecuencias de la nueva actitud de los padres hacia los hijos variantes de género, al facilitarles desde su primera edad la elección del género con el que más se identifiquen. ¿Supondrá esto que llegue a no ser inevitable la fase larga de negación, tan dolorosa? ¿Permitirá que no sea tampoco necesaria una desidentificación, si la identidad temprana se ha establecido más matizada y correctamente?

FASE LARGA DE NEGACIÓN

La identificación temprana, por la edad en que se produce, alrededor de los tres años, insiste más en los aspectos de género que en los de sexo. La criatura variante de género afirma que es o quiere ser una niña o un niño, con absoluta seguridad y serenidad. Elige juguetes con arreglo al género que no es el de su asignación y prefiere la ropa correspondiente, que se pone en cuanto tiene la oportunidad. En la medida en que todos los niños pueden sentir curiosidad por las diferencias genitales, puede también experimentarla con extrañeza. Según la criatura variante de género va siendo consciente de su realidad fenotípica, puede creer que con el tiempo, cambiará de manera natural. En todo caso, en ella, las diferencias de género y corporales no están sexualizadas, como es natural, lo que será muy efectivo en su siguiente desarrollo.

A medida que crece, va comprendiendo las prohibiciones que nuestra cultura binaria impone a la ambigüedad o al cambio de génerosexo. La preadolescencia (hacia los 7/8 años) suele ser una edad de asimilación e interiorización de las normas sociales, y eso puede provocar una crisis interior que le hace intentar renunciar a su identidad, como “cosa de niños”, y adoptar otra conforme con las normas sociales.

Este proceso lo he llamado “fase larga de negación” porque puede prolongarse durante dos decenios o mucho más. En ellos, la persona variante de género intenta acomodar su conducta al máximo al estereotipo binario conforme con su asignación. Precisamente por eso, suele ser una conducta estereotipada, poco flexible. Consciente siempre de que en realidad desea otra cosa, puede entregarse a los deportes más estereotipados, lo que modela su cuerpo en el sentido contrario al que desea. Hay algunas trans femeninas que, durante este fase, han llegado a practicar culturismo o deportes fuertes: “Tengo que ser un hombre, tengo que ser un hombre”. El resultado ha sido la apariencia de una masculinidad indiscutible. Puede modelar también su conducta para acercarse a un estereotipo en el que encontrar seguridad. Es frecuente que se casen heterosexualmente, diciéndose con total sinceridad interna que “Esto que me pasa son tonterías o niñerías y en cuanto me case, se me pasará”. Pueden sentir tan profundamente este deseo, que incluso no se lo digan a la novia, con la total seguridad de su buena fe y el deseo de no verse ante un rechazo. En las ocasiones en que han decidido o han podido hablar, la misma novia ha pensado a menudo que “Conmigo esto se le pasará”, con lo que han afrontado incluso con ternura el futuro en común. Por supuesto, pueden nacer hijos de esta convivencia. Pero la superación de todas estas metas, permite ver que la dicotomía entre identidad personal e identidad social sigue presente.

En la medida en que ya no va habiendo metas sociales que absorban la atención, la identidad personal va volviendo al primer plano, y acaba la fase larga de negación. Se plantea entonces una reafirmación, y es preciso administrarla con todo lo que se ha construido. La identidad temprana resurge, a menudo entre las nieblas de la represión. A veces es preciso reconstruirla largamente. Pueden confundirse recuerdos y sueños. El momento en que renace la identidad puede ser tardío: cuarenta, cincuenta, sesenta… años, y plantearse en oposición radical a todo lo que ha sido la vida antes construida. Se deshacen como un terrón de azúcar todas las construcciones estereotipadas de la fase larga de negación. En el medio familiar, laboral y social, puede hallarse comprensión pero a menudo grandes dramas. que ojalá se puedan sobrepasar.

Quiero hacer observar que esta perspectiva está más fundamentada, como es natural, que la primitiva que distinguía entre “transexualidad primaria” y “transexualidad secundaria” simplemente por la edad en que afloraba a la luz. Había incluso un juicio de valor en esta distinción. La “transexualidad primaria” parecía más fiable que la “secundaria”. Lo que ahora sabemos es que una transexualidad decidida muy tardíamente, puede ocultar una transexualidad temprana, irreversible, y una fase larguísima de negación.

Lo mismo se puede decir de la transexualidad que puede prescindir de la cirugía de genitales, llamada a menudo “transgenerismo” y considerada una forma menor de la transexualidad, a mi entender equivocadamente. Los matices de la identidad temprana, apartada en principio de lo genital, afirman su profunda autenticidad, y explican por qué personas muy femeninas o muy masculinas no necesitan operarse de genitales. Como me decía una amiga a quien le pregunté “para mí no es importante”. Se puede entender: “Para mi identidad no es lo primero”.

DESIDENTIFICACIÓN TARDÍA

Llamo tardía a la que se produce a partir de la pubertad, edad tardía dentro del subjetivamente larguísimo proceso que compone el desarrollo. En la pubertad, en sus tormentas y turbulencias, la identificación lineal de las personas objetivamente muy intersexuales, puede entrar en crisis. El desajuste con las personas del mismo género asignado puede haber empezado antes, y precisamente por razones de género. Se ha aceptado con buena voluntad la asignación, pero ha sido evidente que no corresponde a la realidad.

La identidad es un concepto, sometido a la prueba error/verdad, y empieza a pensarse que esa identidad es “más/menos” un error, aunque a la vez está cargada de afectividad. La pubertad carga sobre esa identidad la tremenda fuerza de la genitalidad. Esta intersexualidad puede expresarse por tanto en algunos hechos de género o un activo rechazo de los genitales, pero es compatible con un género lineal con la asignación en otros aspectos, lo que puede producir angustiosas dudas para entenderse como persona.

Al entrar en conflicto con la identidad temprana, que en estos casos es lineal, suele ser compulsiva. Los conflictos o batallas producen un forcejeo entre ambas realides enfrentadas, que a la vez estorba la reflexión tranquila y produce reacciones compulsivas. En estas historias, la conflictividad/compulsividad genera también momentos de impulso y momentos de fatiga, dando lugar a oscilaciones cortas (semanas o meses), pero muy intensas, que se han llamado “purgaciones”, compuestas por una fase corta de negación, racional y superyoica (Freud), en la que se destruyen los lazos creados con la nueva identidad (ropas, fotos), y una fase corta de afirmación, en la que esta vuelve a aparecer con toda su fuerza y su alegría vital.

En la pubertad, para mayor confusión de las personas variantes de género, la fuerza de la afirmación se sexualiza a menudo. Es como si la mente fuera por un lado y los genitales y sus funciones por otro. Entonces, se da la nueva contradicción de unos genitales y unas funciones que se rechazan, y un placer sexual que también se querría ver desaparecer, por un lado, pero que tiene la fuerza del placer, al mismo tiempo. Triste placer para quienes lo aborrecen y a la vez lo pretenden.

Mientras el proceso de identificación temprana se desdobla en aceptación consecutiva o fase larga de negación, llegando en ésta, más o menos pronto, a una reafirmación de la identidad básica, en el proceso de desidentificación se da una afirmación persistente que encuentra muchos enfrentamientos y contradicciones (incluso fases largas de negación, al superar la pubertad), pero sigue afirmándose en los mismos términos (y dificultades) a lo largo de la vida.

La compulsividad nacida de estas contradicciones se suma al rechazo de los genitales por razones de autoimagen sexual y es frecuente que estas personas deseen muy intensamente la operación y sientan un gran bienestar al conseguirla. En ese momento, pueden encontrar el sol, después de tantas tormentas. Pueden ser ellas mismas o ellos mismos o elles mismes.

LA IMAGEN DEL PROPIO SEXO

Hay una forma de transexualidad común a la que viene de una identificación temprana y a la de una desidentificación tardía. Puede superponerse a ambas. Empezaría como un condicionamiento biológico muy fuerte y culminaría a partir de la pubertad, por las razones que expondré. Me parece notable la hipótesis, leída hace tiempo, no anotada, y cuyo autor lamento no haber verificado, que postula la existencia de una “imagen corporal del propio sexo”. Ahora la desarrollaré. El cerebro desarrollaría una serie de funciones relacionadas con el carácter penetrativo o receptivo del propio cuerpo, que se unificarían en una especie de imagen del propio sexo. El plano de esta imagen podría ser coherente con los planos de la genitalidad presente en el cuerpo, o ser una singularidad respecto a ellos, que lo cualificaría como intersexualidad. Esta realidad se activaría en la pubertad, cuando emergen las fuerzas y deseos de la genitalidad. En edades anteriores, permanecería latente.

La experiencia de un número significativo de personas transexuales confirma esta hipótesis. En ellas, se da una extrañeza radical, un distanciamiento, un desagrado y rechazo intenso por sus propios genitales y por sus funciones. Es como si un cerebro preparado para las funciones penetrativas o receptivas no pudiera reconocer (en términos de programación) unos órganos formados en cambio para funciones receptivas o penetrativas.

Las reacciones afectivas dimanantes de esta situación serían, lógicamente, las de 1) extrañeza, 2) distanciamiento, 3) desagrado y 4) rechazo que he señalado antes, basándome en experiencias personales. Estas reacciones serían entendidas como muy personales. El rechazo viene por razones endógenas, internas, no por motivos exógenos, externos, sociales, de mejor adaptación a las realidades de género (culturales y sociales) La operación de genitales sería un anhelo de adecuación personal, una fiesta “a la que se va como a una boda”. En otros tiempos, a lo largo de los siglos, se ha ido a ella mediante técnicas de mutilación, afrontando incluso el riesgo de muerte.

En estas historias,
=se desea la operación aunque suponga la pérdida del placer
=se desea tan personalmente, tiene tanto que ver con la propia persona y no con otras, que aunque, supuestamente, hubiera que pasar el resto de la vida en una isla desierta, se desearía, porque se desea para sí; aunque fuera además el único cambio que se pudiera realizar, aunque fuera preciso seguir viviendo en el género de asignación (lo que explica muchas situaciones que no se suelen entender desde fuera)
=se desea incluso si es el único factor de singularidad intersexual que se dé en esa persona, si en cuestiones de género es muy coherente con el resto de planos de la sexualidad de origen y solo en ese disintiera.

También aquí hay lugar para una predicción: esa operación conllevará un bienestar profundo, fundamental, aunque siga habiendo problemas en otros aspectos de género. Se puede decir que son una forma de transexualidad que no tiene que ver con el género (social y cultural), ni con las expectativas del placer. Son una forma de afirmar la unidad del Yo, dándole preferencia al cerebro frente a la genitalidad. Como debe ser.

miércoles, 4 de enero de 2012

5 de enero de 1995, víspera de los Reyes Magos


Hoy hace diecisiete años que me hice operar, el 5.I.1995, por el Doctor Rodrigo, que hizo un buen trabajo, en Zaragoza. Digo que "me hice operar" porque así fue, un acto de autonomía personal, cuando yo quise y recabando la ayuda de quien quise. Entonces no existía la cobertura de la Seguridad Social y tuvo que ser en régimen privado. Desde entonces, se ha creado esa cobertura, pero al precio ines...perado de que la clase médica y psicológica se ha apoderado de nosotros, imponiéndonos su tutela, decidiendo incluso sobre nuestra identidad, humillación increíble en la práctica médica y psicológica, heteronomía desbocada.

Para colmo, esta humillación se ejerce sobre las/los/les trans más pobres. Quienes tienen algunos recursos, pueden seguir pagando de sus bolsillos, a lo peor no tan poderosos, sea la hormonación, sea la operación. La Seguridad Social se convierte así en una trampa para trans pobres. "Quien paga, manda", parecen decir con arrogancia, y ponen sus condiciones. Los, las y les usuarios consienten, qué remedio. Qué lástima, que el espíritu abierto y progresista que ha latido constantemente en la decisión de abrirnos la Seguridad Social, se vea estropeado por las malas prácticas, las viejísimas arrogancias.

Hermanas, hermanos, hermanes, que estáis bajo la ilegítima autoridad de la Seguridad Social, no dejéis de luchar por vuestros derechos y sobre todo por los de los, las y les que han sido rechazados por el sistema, y no por algún daño concomitante, que siempre se puede arreglar, sino por no haber sido considerados suficientemente "hombres" o "mujeres" con arreglo a los parámetros de sus "examinadores", autonombrados "capacitados" para hacerlo. Los, las y les excluídos, que no tienen dinero para la medicina privada, y han sido rechazados arbitrariamente de la pública, sufren hoy la pesadilla que yo temí: no poder realizar su identidad.

¡Luchemos por ellos, ellas y elles, quienes ya han sido rechazados y quienes están en riesgo de serlo!